sábado, 25 de septiembre de 2010

Románico milenario en el corazón de los Pirineos

El Valle de Boí pertenece a la comarca del Alta Ribagorza, creada no hace muchos años (1987). Valle de Boí es uno de los tres municipios que constituyen la comarca, y agrupa diferentes pueblos desperdigados a lo largo del valle del río Noguera de Tor, el cual desemboca en la Noguera Ribagorzana.

La pequeñez del Valle de Boí no esconde los inmensos encantos que posee: el Parque Nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici y el conjunto románico declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO.

En este viaje fotográfico al corazón de los Pirineos nos centraremos en las iglesias que conforman el conjunto románico. Para ver panorámicas inmersivas del parque nacional de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici podéis visitar la web Pyrenees360 (www.pyrenees360.com).

El conjunto de iglesias románicas declaradas Patrimonio Mundial son 9: Sant Climent de Taüll, Santa Maria de Taüll, Sant Joan de Boí, Santa Eulàlia de Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera, La Nativitat de Durro, Santa Maria de Cardet, la Asunción de Cóll y la ermita de Sant Quirc de Durro.

Aunque el valle tenía una población relativamente reducida durante la edad media, los dignatarios locales (los barones de Erill) recibieron grandes cantidades de plata para alentarlos a participar en la campaña catalana para recuperar Barbastro y Zaragoza. La mayor parte de este dinero se dedicó a construir varias iglesias entre los siglos XI y XIV, siguiendo el estilo arquitectónico importado de la Lombardía. Las iglesias se caracterizan por la elaboración en el trabajo de la piedra y por la elegancia de los campanarios. Las pinturas murales de las iglesias se conservan al Museo Nacional de Arte de Cataluña en Barcelona.

Quizás la estampa más característica de este valle (y por extensión, convertido en símbolo del románico catalán) es el famoso campanario de la iglésia de Sant Climent de Taüll. La decoración de estilo lombardo (arcuaciones ciegas, lesenas y frisos de diente de sierra) lo hacen inconfundible, mientras que las pinturas del Pantocrátor de su interior son de las más conocidas del arte románico.

Son muy parecidas a las pinturas murales de Santa Maria de Taüll, donde se representa la Epifanía rodeada por los Reyes Magos. Los Apóstoles también aparecen bajo una arcuación.

Sant Joan de Boí nos puede dar una idea de cómo debían ser estas iglesias: totalmente decoradas con pinturas murales tanto en el interior como en el exterior de los templos. Aunque las pinturas que ahora se pueden ver son una reproducción de las originales conservadas en el MNAC, nos podemos hacer una idea de su fuerza expresiva. Podemos ver varias escenas bíblicas, entre las que destacan grupos de animales del bestiario medieval, la escena de la Lapidación de San Esteban, la escena con un malabarista de bolas, un equilibrista y un sonador de salterio, la bestia apocalíptica, etc. En primer término de esta foto panorámica podréis observar la escena de una figura humana tocándose sus atributos sexuales. La imagen puede hacer referencia a la depravación tanto física como moral.

En la iglesia de Santa Eulàlia d'Erill la Vall podremos contemplar el Descendimiento de la Cruz, situado sobre el altar y constituido por siete personajes tradicionales: Jesucristo en el centro, con los dos ladrones que le hacían compañía también crucificados encima de sendas cruces a cada extremo, la Virgen María llorosa, Nicodemo, que con unas tenazas arranca los clavos de Jesucristo y, al mismo tiempo, lo sostiene para que no se caiga, José de Arimatea y San Juan Evangelista, haciendo pareja con la Virgen María, situada simétricamente con él.

El pueblecito de Durro conserva dos de los templos declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO: se trata de la iglesia de la Natividad y la pequeña ermita de Sant Quirc. Del primer edificio destaca su porche con diferentes elementos decorativos, entre los cuales destaca el crismón situado encima de la clave del arco de la puerta. Muestra las letras alfa y omega y el monograma de Cristo (X y P), además del buey y el león de los evangelistas y dos pájaros. De la ermita de Sant Quirc quizás lo que más destaca es su ubicación: en un cerro elevado a 1.500 metros, regala a nuestra vista unas espléndidas vistas sobre el Valle de Boí. Es, además, el lugar escogido por los solteros de Durro para plantar su faro, desde el que se inician las fallas que cada verano recorren las calles del pueblo. En la panorámica, tomada alrededor de San Juan, se puede ver el faro ya consumido.

Sant Feliu de Barruera ha sufrido varias remodelaciones a lo largo de los siglos. La iglesia conserva numerosos bienes muebles que nos informan de los cambios, de la evolución y de la adaptación de los edificios religiosos del Valle de Boí desde que fueron construidos hasta nuestros días.

Finalmente, encontramos dos templos más que completan el conjunto románico del Valle. Se trata de las iglesias de Santa María de Cardet y la Asunción de Cóll. Es una lástima que sus horarios sean tan reducidos, y si no se visitan en unos días muy determinados durante el año es imposible ver su interior.

La iglesia románica de Santa Maria de Cardet destaca por su emplazamiento. Fue levantada sobre un desnivel bastante pronunciado que permitió que, debajo del ábside, se pudiera construir una cripta (el lugar dónde se conservaban las reliquias). Asimismo, la puerta de acceso a la iglesia se encuentra situada algo por encima de la nave central.

Finalmente, quizás el templo con más encanto del Valle de Boí sea, con permiso de la ermita de Sant Quirc de Durro, la iglesia de la Asunción de Cóll. Es la única iglesia que no se encuentra en el centro de la población, sino que se emplaza en las afueras. Su isolación y la belleza de su construcción hacen que esta iglesia sea diferente. Decorativamente hablando, es de las más interesantes: las columnas de los capiteles de la puerta de la fachada son historiadas y sobre la clave de la arquivolta exterior se ve un crismón, considerado el más bello de entre todos los de las iglesias del Valle de Boí (en los ángulos de la piedra se ven dos palomas y dos cabezas humanos, uno de ellos tocando un cuerno de caza).

El Valle de Boí es patrimonio, naturaleza y tradiciones. Siempre vale la pena volver, en cualquier momento del año, para dejarse sorprender con los fabulosos tesoros que esconde este valle pirenaico.